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Ley Quartararo dice que la carrera ha sido como tirar a por la pole durante 28 vueltas, que cada vez le cuesta más ser competitivo si no va
absolutamente al límite. Ha hecho segundo, derrotando a todos y cada uno de los soldados Ducati. Ha sido una demostración de pilotaje firmada con un adelantamiento espeluznante en la chicane nueva del circuito. Metió ahí la moto, al lado de la de Miller en un todo o nada, un
Yamaha soy yo. Se hace enorme la figura del francés para revalidar el título del Mundo, un piloto excepcional (¿excepcional?) al que hay que mirar más para radiografiarle como merece. Una aproximación básica nos devuelve una imagen: Sólo él hace funcionar la Yamaha. Cómo lo hace? Es un piloto fino? Agresivo? Constante? Conservador? Calculador? Valiente? Inteligente? Tal vez lo sea todo.
En clave Campeonato del Mundo tiene enfrente al imperio Ducati y a los dos pilotos más expertos y motivados del paddock: Aleix Espargaró y Maverick Viñales. Hoy, en un circuito desfavorable, sólo ha concedido 5 puntos al niño bonito de Italia. Es decir: les ha ganado a todos.
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