martes, 12 de octubre de 2021

Cádiz. SailGP. Primera parte

- Creo que han volcado

- Cómo que han volcado

- Sí, tío

- Bueno, pero les da tiempo a salir, queda más de una hora... (yo recordaba que cuando se les reventó el foil en Aarhus y volcaron les dió tiempo a salir a la segunda carrera)

- No sé, tío. A ver qué dicen, pero creo que no.

El paseo de Santa Bárbara, en Cádiz, donde estábamos hablando para la gente, haciendo la previa de las carreras, se estaba llenando. El sábado se había batido record histórico de público en cualquiera de los eventos de SailGP y además el barco español había ganado la segunda carrera. Aquello se transformó en una celebración apoteósica con el F50 volviendo a puerto escoltado por decenas de barcos privados, un poco al borde de crear una situación peligrosa en el agua, pero bueno, a Pelé también le sacaban a hombros del campo y supongo que el hombre pensaba: como me rompa algo, vaya cagada.

Así que el domingo se había planteado como la jornada perfecta. Soplaba viento de levante; mucho. El mar se veía con espumas blancas hasta donde alcanzaba la mirada. Muy temprano, en la zona del puerto, Miguel Ramos, gaditano, uno de los que habían hecho posible el evento, me dijo al cruzarse conmigo: "Nico, aquí está el levante!" Y no dijo nada más, pero su gesto era: "ahora vaís a ver lo que es que te de miedo el viento".

En el campo de regatas ya se veía que los barcos salían zumbando. Hostias, es muy fuerte. Cruje todo: cruje el ala, silban los foils, cruje el winche sobre el que pasa la cuerda que hace el ajuste fino de la vela. Parece un cetáceo aullando, si es que aúllan las ballenas. De alguna manera a esa velocidad el catamarán (17 metros de largo, 9 de ancho) se hace pequeño en el mar y gigante desde los puestos de la tripulación.

Estaban todos, ensayando maniobras y parando... nadie completaba el recorrido. Se veía el F50 de Gran Bretaña virar sobre el agua como una centella, el ala de los neozelandeses más apretada que nunca, el barco asutraliano metiendo un patín en el agua levantando una salipicada bestial, una ola que estalla en la cara de los tripulantes, vaya. Siete velas, siete, y no aparecía la de España. Yo estaba perdiendo la esperanza ya de poder anunciar la salida del barco español a la gente, como lo había hecho el sábado. Recibieron el anucio con una ovación cerrada llena de esperanza, de ver qué podrían hacer aquellos chavales, los más jóvenes de la flota.

- Tío, mira esto. Me cago en todo! Joder, qué putada.

- A ver?

En el móvil la imagen era la del barco español ya desvolcado, puesto sobre los patines, con la vela reventada, cayendo trozos de planchas de fibra de carbono, en plena autodestrucción. 

- Hostiás, pues hay que decirle a la gente que no sale España... vaya mierda, joder.




 

 

 


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