Esta madrugada vuelve a jugar Ricky Rubio. Le vi el otro día
vs Oklahoma. Creí que era un directo porque eran cerca de las 12 de la noche y
en la pantalla ponía un LIVE así de gordo, pero resulta que no, que era
diferido. Para cuando quise darme cuenta RR ya había dado dos asistencias, una
de ellas en contragolpe, picando el balón hacia atrás, y había anotado otras
tantas veces, la última un triple. Puso el gesto de “no está mal...” y caí en
la cuenta de que tiene ya la barba perfectamente recortada, en armonía con el
pelo, acomodada al look del equipo, el de Kevin Love, Pekovic, Barea... Un poco
Kings of Leon. Buena señal.
Arbilla llorando en el banquillo del Rayo Vallecano. Estaba
el partido en un 0-3 contundente del Real Madrid, antes del vendaval. Fue
sustituido y se echó por encima el abrigo del equipo para taparse la cara pero
aquello era incontenible. La llorera del lateral de un equipo humilde que le
planta la defensa arriba al Madrid y deja autopistas a la espalda, terreno
fácil para un tridente voraz: Bale, Benzemá, Cristiano. ¿Cómo luchar contra
eso?, ¿cómo mantenerse entero después de esa carnicería: tres contras tres
goles? Arbilla lloraba y se sucedieron los penaltis, dos en dos minutos y el
Rayo se puso 2-3 pero aquel llanto no se podía parar. El juego de su equipo le
sacó las cámaras de encima, porque era una historia... pero de repente había
que atender al baile rayista.
Diego Costa, Villa. Noviembre. Los dos delanteros
enrachados. Yo creo que Villa llegará mejor a la primavera que Costa, pero sólo
es una intuición a partir de haber visto muchos (¿?) delanteros enrachados en
Noviembre. Igual que el navegador busca la ruta hacia el destino siguiendo
datos históricos, es decir: por dónde fuiste otras veces. En realidad no sé qué pasará con
Costa. Después de toda la parafernalia burocrática que le obligó a firmar un
papel definiendo la portería sobre la que quiere chutar, Costa tiene dos
caminos: desinflarse después de la firma, languidecer como quien pierde la
mirada salvaje tras firmar matrimonio en el juzgado; o seguir creciendo, seguir
engrandeciendo el número que defiende, el de delantero centro. No sé qué
ocurrirá con Costa, pero sí con Villa. Esto es pretencioso pero es así. Hace
tiempo vi un reportaje grabado en Tuilla en el que un familiar contaba que
Villa, cuando era un chaval iba todos los días al colegio jugando con el balón,
y que a veces se le olvidaban los libros pero el balón no. A Villa le veo ahora
la cara del chaval con el balón debajo del brazo en el patio del colegio. Sin
libros y con balón, como si sólo existiese la primavera y la lista para Brasil.
Leí hoy a @LuisValenciano a raíz del gol de Villa vs Ath.Bilbao lo importante
que es sentirse querido, la seguridad que eso da. Esa es la primera capa de la
lasagna, y Villa la tiene extendidita y perfecta de cocción, sabiendo que no se
quemará en el horno. Villa y su primavera es una película. Hay otra: a su lado juega Costa, y si Costa aprieta, si sigue la progresión, si quiere lo que
firmó, Villa crecerá en esa ola y Del Bosque se encontrará con una dupla
atacante demoledora: Diego Costa – David Villa. Y entonces veremos el gol en cada salida por el túnel de vestuarios.
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